Un ladrillo tan antiguo como la propia construcción pero que empieza a recuperarse para el levantamiento de viviendas bioclimáticas y ecológicas. Está realizado a partir de un sencillo barro crudo.
Fabricado de forma artesanal a partir de tierra o de arcilla que se cuece en hornos. Una de sus particularidades es que carece por completo de agujeros.
Este ladrillo está exento de poros y resulta muy adecuado para decorar. Una de sus principales ventajas es su gran resistencia al agua y a las bajas temperaturas. Se emplea mucho en las fachadas.
Esta clase de ladrillo se emplea con profusión en lugares en los que se concentran unas altas temperaturas como chimeneas, barbacoas o zonas de calderas.
De hecho, están fabricados con arcillas refractarias que les aportan una resistencia térmica de hasta 1400ºC.
En ellos encontramos agujeros y perforaciones que reducen su peso. Normalmente se destinan a tabiques que no han de soportar mucha carga. A su vez, dentro de esta clase de ladrillos se distinguen diversas categorías como el ladrillo hueco de formato tradicional y el ladrillo hueco gran formato. Además, algunos son más gruesos que otros y esta característica nos hace hablar de los ladrillos huecos sencillos, dobles, o triples.
Se emplea mucho para la decoración tanto de interiores como de exteriores. Destaca por sus excelentes propiedades térmicas y acústicas.
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